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domingo, 3 de junio de 2012

Pasaba por aquí. Por: Bárbara Alpuente

La chica de rosa.

La mañana se presenta opaca. Hoy es uno de esos días en los que no veo la luz, no se prende la chispa de la inspiración, las musas se hacen las suecas ante mis ruegos de convocación y yo sigo con la mirada perdida en horizonte borroso.
Nada que contar. El cuaderno permanece en blanco. Me asomo al balcón de la casa de mi padre. Desde aquí veo una alameda verde,con árboles florecientes y un río más seco que en años anteriores. Hombres paseando a sus perros, perros paseando a sus dueños, niños corriendo detrás de la pelota, o pelotas que parecen intentar huir de sus eufóricos propietarios. Ancianas en zapatillas de deporte caminando a gran velocidad, padres primerizos empujando carritos, adolescentes buscando intimidad, una lectora solitaria en un banco. Un hombre muy enfadado hablando a gritos (quiero pensar que con un manos libres) y un señor muy mayor sobre una bicicleta muy pequeña. También veo a una chica gordita haciendo footing, vestida con un chándal rosa, que es adelantada por otros corredores de un cuerpo atlético. Su cara expresa sufrimiento y parece estar apunto de desfallecer.Cruza con pasos breves, casi imperceptibles y el pelo encrespado por la humedad del sudor. La pierdo de vista. Me siento sobre el poyete de piedra y sigo observando el paisaje. Miro mi cuaderno. Sigue en blanco, obviamente. ¿Qué esperaba? Y cuando me dispongo a abordar la historia como una cobarde, la chica de rosa entra de nuevo en escena.
Para mi sorpresa, no ha desfallecido. Todo lo contrario, ha conseguido llegar hasta el final. Se detiene y  descansa con las manos apoyadas en  las rodillas. Echa un vistazo hacia atrás, calculando la distancia que ha recorrido y admirando su hazaña. Percibo claramente una sonrisa en su enrojecido rostro, porque no existe mayor felicidad que la superación. Pone los brazos en jarras aun sonriente y mira a su alrededor como diciendo (aquí estoy yo). Y sí, aquí está ella, sirviendo de inspiración a esta conmovida espectadora. A veces, cuando uno no ve la luz, basta con mirar hacia la luz de los demás.

Opinión:

Este es una columna de la revista Yo dona, que no la he visto en mi vida pero el día de las madres, gracias a la compra que hice a mi madre  me la regalaron y en cuanto leí este pequeño relato por llamarlo así me llego por su naturalidad y  gran mensaje.
Espero les guste a mi desde luego que si¡¡¡